Relatoría
Número 4.
Libro:
Superficiales.
El mundo apenas empezaba a albergar en
su seno a las civilizaciones que formarían los cimientos de la sociedad actual.
Como piedra angular y semilla de increíble potencial se depositó sobre el mundo
la primera simbología y base de la escritura, que en un principio fue útil para
facilitar las labores básicas del comercio, cómo el registro de actividades de
intercambio y las cuentas de los bienes materiales. Aquellos primeros usuarios
de una técnica de abstracción de la realidad que cambiaria el curso del mundo
comenzaron por escribir sus símbolos en objetos fáciles de encontrar, cómo las
piedras y las hojas de los árboles, las cuales se convirtieron en las primeras
herramientas de almacenamiento efímero de datos.
Cómo el registro se volvió una
actividad de vital importancia en aquellas civilizaciones, los instrumentos
tomaron formas más eficientes y duraderas, y así nacieron instrumentos cómo las
tablillas, que garantizaban mayor durabilidad de la inscripción y el pergamino,
que además de conservar registros de manera permanente contaba con la ventaja
de ser transportado con mayor facilidad.
Conservar la palabra y la realidad
en hojas de pergamino y tablillas de
cera fue un hecho trascendental en la evolución de la sociedad, pero aquel
fenómeno en la contemporaneidad de Sócrates fue más visto cómo un atentado a la
capacidad de la memoria que cómo un escalón de ascenso hacia el futuro.
Pero éste nuevo método fue algo a lo
que ni el mismo Sócrates pudo dar reversa, en una sociedad tan arraigada al
lenguaje oral la escritura comenzó siendo no más que un ciervo de la palabra,
pero todas las ventajas que traía consigo le permitieron tomar fuerza
adquiriendo poco a poco signos de puntuación, reglas de gramática, espacio
entre una y otra palabra y un lugar en la formación académica de las gentes de
la época. Ya las palabras no se escribían sobre tablillas o pergamino, pues
para albergar tan importante magia cómo lo era la escritura había nacido un
inmortal: El libro.
A través del curso de la historia, el
libro ha permanecido intacto y venerado en todo el ingenioso esplendor de su
forma, guardando ideas e historias sin límite de tiempo, albergando paciente el
conocimiento, esperando sin prisa el momento de ser leído. Con el surgimiento
de la imprenta se acelera la expansión del libro por el mundo, éste invento fue
inaugurado con la impresión de la biblia.
Posteriormente el mundo vio nacer la
prensa. Los periódicos sugirieron un enemigo para el libro, sin embargo
acabaron por convertirse, a diferencia
de lo que se predecía, en primo segundo de él. Hecho similar ocurrió con los
instrumentos de grabación y reproducción de sonido, que sugerían la muerte de
la palabra escrita para el retorno de la oralidad y que al final acabaron
siendo un instrumento más, pero nunca un remplazo de la escritura. El libro
siempre se mantuvo firme e inmortal.
Neuroplasticidad:
la puerta abierta en la evolución de la lectura.
Los neurólogos de antaño comparaban el
cerebro con una mezcla de concreto, donde solo en los primero momentos de su
formación podía ser moldeado (la niñez), y una vez se había secado el concreto
mantenía su forma inmutable, es decir, las neurona habían creado conexiones
imposibles de reestructurar. Esta teoría fue arduamente defendida por aquellos
neurólogos antes de Freud, pero vio todos sus cimientos derrumbarse cuando los
herejes que contrariaban la ley de la inmutabilidad del cerebro adulto
demostraron que el concreto nunca se seca, que la capacidad del cerebro de
regenerarse a si mimo es una cualidad más aguda en los niños, pero no exclusiva
de ellos, y por tanto el cerebro adulto podía reestructurar sus conexiones
neuronales.
Del mismo modo que el cerebro puede
cambiar a lo largo de una vida, lo puede hacer a través de nuestra historia
como especie. La lectura, sin duda, es una de las principales responsables de
la evolución del cerebro, cómo ejemplo tenemos el desarrollo de la
concentración, que requirió de un trabajo neuronal arduo en nuestro cerebro tan
propenso a las distracciones, y que permitió a todos los voraces lectores que
veían en el libro la máxima expresión de la tecnología sumergirse en sus
páginas durante horas que parecían salirse del plano del tiempo y convertirse
en minutos.
La
lectura del presente y el presagio del futuro:
El soñador Turin imaginó una máquina
multifuncional, y más tarde cómo un certero profeta Marshall McLuhan conoció la
realidad del sueño de Turin en el procesador y predice la disolución de la
lectura lineal.
En la nueva revolución de la lectura
se ve implicado también nuestro cerebro y sus conexiones. Cuando nos
enfrentamos a leer un texto largo, aquellas horas que parecían ser minutos
cambian de rol, y ahora son los minutos los que parecen volverse horas. Esto se
da porque hemos acostumbrado el cerebro a la lectura hipertextual que nos
brinda la internet, a estar atentos a todas las ventanas de nuestro navegador y
a la vez no prestar demasiada atención a ninguna. Un texto largo y lineal nos
parece salido del contexto de los hipervínculos que llevan a todas partes, al
sonido del mensaje, la notificación del correo y el blog, junto con la alerta
del teléfono móvil, la ventana del chat y la actualización del estado de un
amigo en una red social. Con todo esto ¿Quién se detiene a leer?.
Tal vez el cambio solo sea perceptible
para aquellos que vienen de sumergirse profundamente en el libro para hacer scrolling frente a la pantalla, tanto
emigrantes cómo nativos digitales reconocemos las ventajas de la web, de tener
el universo del todo en la pantalla, pero son los emigrantes quienes realmente
afirman éstas ventajas, pues una vez han sumergido sus hábitos en el mundo de
las infinitas conexiones, difícilmente piensan en regresar a su antiguo estilo
de obtener información.
¿Cómo
afecta el instrumento de escritura en la formación de ideas y el desarrollo
cerebral?
El mismo Nietzsche dio su testimonio
certificando que efectivamente el instrumento influye en el modo de escribir.
Cuando adquirió su máquina de escribir, elemento que representaba la vanguardia
en aquellos días, no tardó en advertir que su modo de expresar ideas había
sufrido una transformación, llegando entonces a la siguiente conclusión: “Nuestro
útiles de escritura participan en la formación de nuestro pensamiento”.
Que la tecnología nos domina alegan
los deterministas, que la tecnología está a nuestra merced contraatacan los
instrumentalistas. Resulta imposible darle razón a ninguno, pues la tecnología
es tanto ciervo cómo amo. El ideal sería tal vez esclarecer hasta que punto nos
sirve y le servimos, para tener cuidado de no perder nuestra humanidad y
terminar siendo máquinas dominadas por algoritmos. Sin embargo cualquier
intento de reflexión es inútil, cuando tenemos a Google complaciendo cada
capricho virtual que nos haga más dependientes, facilitando las cosas cuando se
cree que no pueden ser más fáciles. Primero fue un buscador más en la red,
luego para financiar sus costos implantó inteligentes estrategias de
publicidad. Posteriormente la ambición llevó a Google a recopilar todos los
libros posibles en una única biblioteca virtual, y esto solo cómo ejemplo de su
expansión, pues día a día continua registrando cada actividad que se da en la
red para superar su funcionamiento, implantando servicios y justificando con
cada novedad el reconocimiento y poder que se le otorgan en la realidad. Las puertas
de Googleplex, ¿el cielo o el infierno?, ninguna, Google no es Dios ni Satanás,
aunque tantas veces se le hayan comparado, de lo que no cabe duda es de su pretensión
de llegar a ser una entidad tan importante como estas.
Al lado del autor Nicholas Carr, nos sentamos en la frontera del
pasado entre libros y el futuro en la red, maravillados de los cambios del mundo y del
mismo cerebro humano bajo estás influencias. Cabe entonces reflexionar, cómo lo
hace el autor, si nuestra propia inteligencia y sabiduría terminará por convertirse
al ritmo de las máquinas en inteligencia artificial.
Podemos decir así que el uso de la
tecnología no puede definirse ni se le puede dar un significado positivo o
negativo puesto que este se lo dan las personas desde su propio punto de vista,
si bien algunos son tradicionalistas y buscan aún la defensa del libro y del
texto impreso, otros son modernistas y se acoplan al cambio comunicativo y
tecnológico que la sociedad generan con el desarrollo de nuevas herramientas y
tecnologías; como se mencionó anteriormente quizá quienes tengan mayor criterio
para definir esta situación son quienes emigraron de la parte impresa a la
digital ya que son quienes conocen los aspectos significativos de ambas eras de
la comunicación y la lectura, contrario a los nativos quienes solo tienen como
precedente la época en la nacieron y en la cual se ven incluidos. De esta
manera queda por sentado que estos serán aspectos que siempre van a tener
defensores y atacantes por lo que nunca se podrá obtener un concepto unánime de
si la evolución de la comunicación y las tecnologías es positiva o negativa.
Alexandra García.
Carlos Bedoya.
Mateo Toro.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHola Compañero.
ResponderEliminarMuy buena relatoría, todo está muy entendible y ordenado, se nota la lectura y relectura. Me parece que los subtítulos quizá no se debían haber agregado al texto.
A mi parecer sólo los podrían haber suprimido y, concretar la idea, ya que estos, me parece a mí, cortan la lectura. De resto me deja muy claro todo.
Gracias.